lunes, 24 de septiembre de 2012


LA CAMPAÑA DE SIRIA

La Batalla del Nilo

Como temía Napoleón, Nelson sorprendió en Abukir a la flota francesa, cuyos marineros se hallaban en tierra. El almirante Brueys d'Aguiller ordenó el embarque y zafarrancho de combate. Contaba con trece navíos de línea: una de 120 cañones (el buque insignia, Orient), tres de 80 y nueve de 74, más cuatro fragatas. La flota de Nelson la formaban catorce navíos de línea, trece de 74 cañones y uno de 50.

Brueys había alineado sus barcos en paralelo a la costa con objeto de arriesgar sólo un flanco al fuego enemigo, pero con el inconveniente de que podría usar la mitad de sus cañones. Nelson, al ver la situación, alineó sus barcos en doble fila y los lanzó contra el flanco izquierdo francés. Cada navío galo fue emparedado, recibiendo las andanadas de al menos dos buques británicos. Sobrepasaron las líneas francesas y les atacaron por su flanco desprotegido.

El viento del norte impidió al resto de la flota francesa maniobrar para acudir en ayuda de los atacados. En un principio, el Orient de Brueys y el Guilleaume Tell de su adjunto Villenueve (el mismo que más adelante dirigirá la flota franco-española en Trafalgar) quedaron fuera de la batalla. A las tres horas de combate, la mitad de los buques galos había sufrido daños irreparables. El resultado final fue desastroso para los franceses. Murieron 1.700 marinos —entre ellos el propio Brueys—, 600 resultaron heridos y 3.000 fueron hechos prisioneros. Las bajas británicas, en cambio, ascendieron a 218 muertos y 600 heridos. De la flota francesa sólo escaparon al desastre dos buques de línea y dos fragatas. Tras la batalla, Nelson puso rumbo a Nápoles con sus tropas. La anécdota es que la noticia de la victoria tardó en llegar a Londres, porque el barco que regresaba a la capital británica con los despachos de Nelson fue capturado por un navío francés.

La campaña de Siria

En un mes Napoleón se había hecho con el control del país: Kléber dominaba el delta del Nilo; Menou había tomado el puerto de Rosetta; Desaix perseguía a los mamelucos en el Alto Egipto; mientras que los sabios, remontando el río, exploraban Asuán, Tebas, Luxor y Karnak. Sin embargo, la situación se había complicado tras la derrota de Abukir.


El imperio otomano pactó con los británicos y declaró la guerra a Napoleón. Por si fuera poco, el creciente rechazo egipcio desembocó en una sangrienta sublevación en El Cairo que costó la vida a 300 franceses. La revuelta terminó cuando Bonaparte apuntó sus cañones contra la mezquita de El-Azhar. Había vencido, pero los pillajes, las violaciones y las ejecuciones masivas sólo sirvieron para aumentar el odio contra los franceses y por extensión contra sus aliados, los cristianos coptos y ortodoxos de Egipto.

Napoleón se hallaba aislado. Al no disponer de su flota no podía recibir suministros de la metrópoli. No obstante su ejército estaba intacto y decidió seguir con sus planes de conquistar Palestina y Siria como paso previo en su camino hacia la India, donde tenía previsto llegar en la primavera de 1800. En febrero del año anterior, poco después de que Desaix redujera los últimos focos mamelucos en Asuán, Napoleón partió hacia Siria al frente de 13.000 hombres. Su primer objetivo era acabar cuanto antes con Djezzar Pacha —que estaba formando un ejército para reconquistar Egipto—, porque había recibido noticias de que los británicos pretendían desembarcar en su retaguardia a un contingente otomano. Pero no lo iba a tener fácil.

Atravesar el desierto del Sinaí supuso una difícil prueba que mermó la fuerza de sus hombres. El-Alrich fue tomada, pero tras diez días de combate. Poco después, en Jaffa volvieron a retrasarse sus planes por la fuerte resistencia de la guarnición otomana. Cuando esta se rindió, los franceses comprobaron que era la misma que dejaron libre en El-Alrich bajo promesa de no volver a tomar las armas. Por si fuera poco, se desató una epidemia de cólera que empezó a causar estragos entre la tropa francesa.

Una vez tomada Haifa sin resistencia, Napoleón, camino de Damasco, se dirigió a San Juan de Acre, viejo fortín de los cruzados. De nuevo los hombres de Djezzar Pacha ofrecieron resistencia. Napoleón sitió la ciudad. En una ocasión los franceses pudieron atravesar los muros y entrar en San Juan de Acre, pero las tropas de Djezzar repelieron el ataque. Los defensores contaban con el apoyo de la flota británica, que les suministraba víveres y munición. Uno de los hechos dramáticos del asedio fue que Djezzar Pacha, apodado el carnicero, mandó degollar a los cristianos de la ciudad como venganza.

Mientras combatía en San Juan de Acre, Napoleón desplegó distintas unidades por Palestina para hacerse con los puntos vitales de la región. Junot tomó Nazaret, pero tuvo que abandonarla para acudir en ayuda de Klébar, sitiado en el monte Tabor. Su apoyo iba a servir de poco, porque ambos contingentes sumaban 2.000 hombres frente a 25.000 árabes. Durante seis horas soportaron con valor sus ofensivas. Por suerte, cuando todo parecía perdido, irrumpió Napoleón con sus cañones y caballería y resolvió el peligro en media hora.

A continuación lanzó un nuevo ataque contra San Juan de Acre. Logró atravesar la primera línea de murallas, pero la segunda resultó infranqueable. En la acción estuvo a punto de morir el general Lannes. La falta de víveres y la desmoralización obligaron a Napoleón a levantar el cerco tras 62 días de asedio. El camino de vuelta a Egipto fue muy duro, por falta de agua y el continuo hostigamiento de las partidas árabes. Tuvo que abandonar a una treintena de sus hombres en estado terminal.


Pérdida y reconquista de Abukir

Napoleón llegó a El Cairo con 5.000 hombres menos. Sin posibilidad de recibir suministros y habiendo fracasado la campaña de Siria, se convenció de que llegar a la India era imposible. Por otro lado, la situación se iba deteriorando en Egipto. Crecía el malestar entre los agricultores egipcios por los excesivos impuestos, mientras las posiciones francesas diseminadas por el territorio y sus vías de comunicación eran continuamente hostigadas por partidas mamelucas.

Batalla de Abukir

Mientras esto ocurría, se estaba formando en Europa la Segunda Coalición para atacar a una Francia debilitada por tensiones políticas internas. Napoleón, viendo que no obtenía ningún rendimiento de la campaña egipcia y que estaba lejos de la metrópoli, temió quedarse al margen de un nuevo reparto de poder. Decidió regresar cuanto antes, pero cuando estudiaba la forma de hacerlo, recibió la noticia de que Nelson estaba cañoneando las defensas francesas en Abukir.

Había desembarcado un contingente otomano de 15.000 hombres bajo las órdenes de Mustafá Pachá que aniquilaron al batallón del general Marmont. Napoleón envió en su ayuda a 300 hombres que corrieron la misma suerte. Sintiéndose atrapado y sin posibilidad de retirada, ordenó que todas las tropas diseminadas en Egipto se reagrupasen para ser repatriadas. Pero antes era necesario recuperar Abukir.

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Mustafa Pacha

Una vez reagrupado el ejército de Egipto, decidió atacar. Situó a los hombres de Lannes en el flanco derecho, a Kléber en el centro, a Desaix y Murat en la izquierda y a Davout en reserva. El ataque empezó con fuego artillero contra los buques anglo-otomanos, a los que obligó a retirarse. Una vez sin cobertura naval, Napoleón ordenó atacar, pero lo que no esperaba era que la resistencia otomana hiciera fracasar las cargas de Desaix y Murat.

Cuando Napoleón discutía con Desaix los planes a seguir, el pachá salió con sus hombres de sus posiciones y mandó cortar la cabeza de todo francés con que se topasen, estuviese vivo, muerto o herido. Tal espectáculo, en lugar de provocar el terror esperado, desató la ira de los franceses, que cargaron a la bayoneta. Lo hicieron de forma desordenada, pero la rabia les llevó a desbordar las posiciones otomanas en una guerra sin cuartel.

El pachá se hizo fuerte en el último bastión. Tras duros combates, la caballería de Murat logró tomarlo. Al capturar al pachá, Murat le amputó tres dedos de un sablazo, advirtiéndole que le seccionaría «partes más importantes» si volvía a decapitar a sus hombres.


Huida de Napoleón y rendición francesa

Ante la imposibilidad de retirarse, Napoleón entregó el mando a Kléber y decidió regresar a Francia. Partió con sus mejores generales a bordo de la fragata Muiron, burló el bloqueo británico y llegó a destino. En noviembre de 1799 —el 18 de brumario, según el calendario revolucionario—, daba el golpe de estado que puso fin al directorio y se encumbraba en el poder. Antes de partir, Napoleón le dijo a Kléber que resistiera hasta enero de 1800. Si en esa fecha no recibía refuerzos, munición y víveres de la metrópoli, podía rendirse.

Llegada la fecha sin haber obtenido ayuda, Kléber pactó la rendición con los otomanos el 24 de enero en El-Arish. Pero no llegó a buen puerto: los británicos rechazaron que las tropas francesas fueran evacuadas.

La situación se fue complicando. En primavera, una sublevación popular les expulsó de El Cairo, mientras los mamelucos continuaban hostigando sus posiciones militares. Aun así, Kléber, con un ejército desmotivado, minado por el cólera y sin munición suficiente, derrotó en Heliópolis al contingente otomano que se disponía a reconquistar Egipto. Además recuperó El Cairo, donde aplicó una dura represión.

Pero el 14 de junio fue asesinado por un joven musulmán, Solayman al Halabi. Le sustituyó al mando el general Menou, un pintoresco personaje que había tomado una egipcia como esposa y se había convertido el Islam. Menou pretendía hacer de Egipto un estado independiente bajo protectorado francés, lo que los británicos no admitieron. Éstos, a las órdenes del general Abercrombie, desembarcaron en Abukir y derrotaron a los franceses. Menou capituló al verse asediado en Alejandría. Los británicos se hicieron con todos los hallazgos del comité de sabios, incluida la piedra Rosetta. Cuando se entregaron los últimos reductos, uno de cada tres franceses de la expedición original había muerto.

File:Rosetta Stone.JPG
piedra roseta

Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el motivo de la aventura egipcia de Napoleón. Para unos, era viable el plan de tomar Egipto y Oriente Próximo y, desde allí, lanzarse a la conquista de la India para ahogar al Imperio Británico. Para otros, lo único que ansiaba Napoleón era emular a su admirado Alejandro Magno e incrementar su popularidad para acceder al poder, lo que logró pese al fracaso de la operación. Napoleón perdió infructuosamente en aquellas tierras a lo mejor de sus ejércitos, aunque ello tampoco le impidió conquistar Europa. Pasados dos siglos, quizá lo único positivo de aquella aventura, aunque no fuera el objetivo de Napoleón, es que sirvió para que Europa redescubriera las maravillas del antiguo Egipto y se diera un serio impulso a la Egiptología.

Napoleón Bonaparte


AUTOR

Milagritosde Fatima AcuñaVillanueva para ABC de la Historia

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domingo, 23 de septiembre de 2012


CAMPAÑA DE EGIPTO

Así en esa situación se encuentra Francia en 1798. Las tropas británicas (aunque dificilmente) avanzan a París donde la multitud comienza a formar defensas y trincheras. Pero el Directorio no puede hacer frente a la difícil situación... Tres de los cinco integrantes del Directorio proponen ceder el gobierno a una sola persona capaz que reúna las cualidades de buen político y buen militar pero las otras dos personas se niegan. Entonces no se producen cambios políticos y Francia queda paralizada sin decidirse por ningún gobierno competente.

En Enero de 1798 el Directorio propone a Napoleón, que es un excelente militar, darle fondos para iniciar un desembarco francés en Inglaterra y asediar Londres lo más rápido posible pero Bonaparte se ríe de esos planes y los rechaza. El corso examina la situación y para febrero presenta un plan de campaña al gobierno: Una expedición a Egipto. Las 2 personas del Directorio hostiles al cambio de gobierno dan el sí inmediatamente a Napoleón y obligan a los 3 restantes a hacer lo mismo.

El Directorio da fondos a Bonaparte para comenzar la campaña que se pospone hasta el mes de Mayo de 1798. El Directorio financió esta empresa con la esperanza de ver morir a Napoleón como héroe en esas tierras lejanas ya que sabían que el corso era querido por la mayor parte de los franceses y en cualquier momento podría aspirar al gobierno. En un inicio Napoleón no tenía planes de asumir el mandato de la República.

LA EXPEDICIÓN A EGIPTO Y LA OFENSIVA DE AMIENS

Mientras se terminaba de construir la flota para ser dirigida al Egipto, el General famoso Doumouriez prepara un ejército y ataca a los británicos en la región de Picardía. Esta empresa tiene como resultado la Batalla de Amiens. En esa batalla las tropas francesas atacan a los británicos situados entre Compiègne y Beauvais por 2 flancos rodeándolos y derrotándolos. Así se abren camino a Amiens donde el General Británico Arthur Wellesley se rinde a Doumouriez. Pero en el lapso de Febrero a Mayo de 1798 la gente odia cada vez más al Directorio por su incompetencia en la guerra. Todos los éxitos le correspondían a Doumouriez y Napoleón mas no al gobierno, lo que preocupaba más.

General  Doumouriez

Entonces Napoleón observa la situación popular y recibe propuestas de sus allegados para que tome el poder por el bien de Francia. Bonaparte comienza a considerarlo y a planearlo aunque no descarta la posiblidad de que Doumouriez también lo haga. Pero no dura más la incertidumbre; Doumouriez muere en acción peleando contra los ingleses en una escaramuza a orillas del Somme.

Tras esto, Bonaparte empieza a planear una forma pacífica de reemplazar al Directorio. No puede hacerlo en ese momento pues sería funesto cambiar de gobierno con tropas británicas amenazando a pocos kilómetros de la capital pero tampoco podía partir al Egipto sin saber si regresaría con vida para a su retorno tomar el poder.

En Abril se completa el plan: Napoleón partiría a Egipto, lo liberaría rápidamente con una estrategia excelente y al tener El Cairo en sus manos, dejaría el mando de la expedición al General Kleber y regresaría a Francia a proponerle al gobierno que lo nombre Cónsul de Francia. Con el poder adquirido daría órdenes a Kleber para que terminara de conquistar Egipto, liberarlo del yugo britano-otomano y regresar.

ÉXITO FRANCÉS EN EL CAIRO

CAMPAÑA EN MALTA

El 19 de mayo de 1798 partió un enorme contingente galo desde Tolón con destino a Malta en donde pdirían hospitaliad a los Caballeros de San Juan a cambio de ayuda para expulsar a los británicos de La Valleta. Después de 1 mes la expedición francesa toca tierras maltesas y Napoleón presenta su propuesta a la Orden de San Juan.

Por temor a los británicos rechazan la ayuda de Francia y les niegan el acceso a Malta, entonces los cañones de los navíos napoleónicos abren fuego únicamente y de sopresa a las posiciones británicas en La Valleta y a alguno que otro maltés hostil. Finalmente los ingleses son derrotados y desalojads. Los Caballeros reciben a los franceses quienes descansan allí unos días. Se reanudó la travesía y el 4º de Julio L'Orient (Buque inisgnia de Napoleón) divisa el puerto de Alejandria. Pero hay una mala sorpresa: al descubrir el ataque a Malta, muchos barcos bretones se habían preparado en Egipto junto con infantería otomana para esperar a los franceses; el plan de ataque sorpresa de Bonaparte falló. En frente del objetivo discutieron la situación y finalmente el Corso dió la orden de avanzar.

General Francés Murat

Se trabó cañoneo con los buques londinenses y L'Orient se antepuso a todos los demás enemigos. En esa batalla naval consiguieron la retirada de la flota británica y en seguida desembarcaron con poca resistencia turca. Al llegar a Alejandría Napoleón se preocupó por que sus eruditos que llevaba desde Europa se dedicaran a conocer la fascinante historia de ese país.

Las tropas francesas al mando de Bonaparte, Kléber y Murat descansaron en Alejandría por dos días. Se dedicaron a realizar investigaciones históricas y conocer la opinión de la gente egipcia respecto a los franceses. Muchos veían con optimismo la liberación de Egipto por parte de Francia ya que aborrecían el dominio de los mamelucos, pero otros seguían fanatizados con la religión musulmana.

Napoleón lanzó un llamado a la población local avisándole que no venían a destruir la religión árabe, sino a liberarlos del dominio y esclavitud mamelucos. Pero desde Palestina, un ejército británico al mando de Horacio Nelson que había desembarcado en Jerusalén avanzaba hacia tierras egipcias.

LA BATALLA DE LAS PIRAMIDES

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batalla de las Piramides
Napoleón al enterarse se apresuró a El Cairo y dió la orden de avanzar a la capital egipcia para ahí vencer a los mamelucos y otomanos antes de que éstos fueran reforzados por Nelson. Murad-Bey, el legendario jefe mameluco salió al encuentro de los franceses en una localidad intermedia entre Alejandría y El Cairo; creyéndose invencible por su superioridad en caballería atacó por la retaguardia a un desprevenido batallón galo causándole enormes bajas pero el comandante de ese batallón francés, Joachim Murat dio media vuelta y miles de balas de metralla derribaron de sus caballos a los jinetes mamelucos.

Caballería Mameluco


Sorprendido de que la pólvora triunfara sobre sus caballos, Bey huyó en desbandada a El Cairo contando barbaridades de los franceses. Bonaparte entró finalmente a El Cairo, custodiado por miles de jenízaros turcos. El 9 de julio se inicia el asedio francés a El Cairo. Toda la artillería napoleónica disparó sin cesar a las defensas turcas por los cuatro puntos cardinales de la ciudad, fuego al que los atrasados jenízaros no pudieron enfrentar.

Varias horas bastaron para que los defensores se rindieran y huyeran en pánico hacia el Sinaí donde Nelson acampaba. El objetivo de Bonaparte estaba cumplido: todas las tropas mamelucas estaban aniquiladas y los otomanos habían desocupado Egipto temporalmente pero no tardarían en regresar con ayuda británica. Entonces no era un momento adecuado como para volver a Francia; debía asegurar la hegemonía en Egipto.

El plan del almirante Nelson era llegar con todo el grueso de sus soldados a través del Sinaí y atacar sin parar a los franceses por dos flancos: Alejandría y El Cairo mientras sus buques cañoneaban Alejandría encerrando a Napoleón. Pero los franceses tuvieron una acción mejor: L'Orient distrajo a los barcos y soldados ingleses en costas palestinas bombardeando la playa mientras a escondidas Kléber atravesaba el Sinaí y se colocaba detrás de las filas enemigas. Así se dieron las cosas pero desgraciadamente L'Orient fue hundido, lo que causó enormes críticas en París contra la estrategia de Bonaparte.

Napoleón contaba con 21.000 hombres, agotados por el calor y la sed, divididos en seis divisiones de 3.000; 15000 de caballería y un millar de artillería con una cuarentena de piezas. Las divisiones francesas avanzaron en fila, lejos del alcance de la artillería mameluca, y sobrepasaron el flanco derecho con el objeto de alcanzar el río.

Napoleón se dio cuenta de que la única tropa egipcia de cierto valor era la caballería. Él tenía poca caballería a su cargo y era superado en número por el doble o el triple. Se vio pues forzado a ir a la defensiva, y formó su ejército en cuadrados huecos con artillería, caballería y equipajes en el centro de cada uno.

Al ver Murad Bey que los franceses pretendían cortar sus líneas mandó cargar. Napoleón, en inferioridad de condiciones, ordenó a sus divisiones formar en cuadros pie a tierra, a modo de fortines humanos. Antes de entablar combate, enardeció a sus hombres con un parlamento que se haría célebre: «Desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan».

El 21 de julio de 1798 se desarrolló la que sería conocida como la batalla de las Pirámides.

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Batalla de Las Pirámides - Francois-Louis-Joseph Watteau (1798–1799)
Durante una hora se sucedieron las cargas de los mamelucos; sin embargo, la mayor experiencia y potencia de fuego francesa los diezmó. Los mamelucos eran magníficos jinetes, pero iban armados con espingardas, alfanjes, flechas y lanzas, frente a los mosquetones y cañones franceses. Ibrahim intentó reordenar a los escuadrones que se retiraban caóticamente para lanzar un nuevo ataque cuando el general Desaix cargó, provocando la desbandada de los mamelucos. Murad huyó con 3.000 hombres hacia Guiza y el Alto Egipto; Ibrahim hizo otro tanto hacia Siria con 1.200; el resto, nómadas en su mayoría, se dispersaron por el desierto.

Tras la batalla, Francia obtuvo El Cairo y el bajo Egipto. Después de oír las noticias de la derrota de su legendaria caballería, el ejército mameluco de El Cairo se dispersó a Siria para reorganizarse. La batalla también puso fin a 700 años de mandato mameluco en Egipto.

De las 300 bajas francesas, sólo 40 eran muertos. Las de los mamelucos fueron de 5.000 entre muertos, heridos y prisioneros, El general Bonaparte tenía abierto el camino hacia El Cairo; se instaló en el palacio de Muhamad Bey.



El Gran Corso - Napoleón  Bonaparte

sábado, 15 de septiembre de 2012

NAPOLEÓN BONAPARTE


NAPOLEÓN BONAPARTE

Napoleón nació el 15 de agosto de 1769 en Ajaccio, capital de la actual Córcega, en una familia numerosa de ocho hermanos, la familia Bonaparte o, con su apellido italianizado, Buonaparte. Cinco de ellos eran varones: José, Napoleón, Lucien, Luis y Jerónimo. Las niñas eran Elisa, Paulina y Carolina. Al amparo de la grandeza de Napolione -así lo llamaban en su idioma vernáculo-, todos iban a acumular honores, riqueza, fama y a permitirse asimismo mil locuras. La madre, María Leticia Ramolino, era una mujer de notable personalidad, a la que Stendhal eligió por su carácter firme y ardiente.

Carlos María Bonaparte, el padre, siempre con agobios económicos por sus inciertos tanteos en la abogacía, sobrellevados gracias a la posesión de algunas tierras, demostró tener pocas aptitudes para la vida práctica. Sus dificultades se agravaron al tomar partido por la causa nacionalista de Córcega frente a su nueva metrópoli, Francia; congregados en torno a un héroe nacional, Paoli, los isleños la defendieron con las armas. A tenor de las derrotas de Paoli y la persecución de su bando, la madre de Napoleón tuvo que arrostrar durante sus primeros alumbramientos las incidencias penosas de las huidas por la abrupta isla; de sus trece hijos, sólo sobrevivieron aquellos ocho. Sojuzgada la revuelta, el gobernador francés, conde de Marbeuf, jugó la carta de atraerse a las familias patricias de la isla. Carlos Bonaparte, que religaba sus ínfulas de pertenencia a la pequeña nobleza con unos antepasados en Toscana, aprovechó la oportunidad, viajó con una recomendación de Marbeuf hacia la metrópoli para acreditarlas y logró que sus dos hijos mayores entraran en calidad de becarios en el Colegio de Autun.
Los méritos escolares de Napoleón en matemáticas, a las que fue muy aficionado y que llegaron a constituir una especie de segunda naturaleza para él -de gran utilidad para su futura especialidad castrense, la artillería-, facilitaron su ingreso en la Escuela Militar de Brienne. De allí salió a los diecisiete años con el nombramiento de subteniente y un destino de guarnición en la ciudad de Valence.

Juventud revolucionaria
A poco sobrevino el fallecimiento del padre y, por este motivo, el traslado a Córcega y la baja temporal en el servicio activo. Su agitada etapa juvenil discurrió entre idas y venidas a Francia, nuevos acantonamientos con la tropa, esta vez en Auxonne, la vorágine de la Revolución, cuyas explosiones violentas conoció durante una estancia en París, y los conflictos independentistas de Córcega. En el agitado enfrentamiento de las banderías insulares, Napoleón se creó enemigos irreconciliables, entre ellos el mismo Paoli, al romper éste con la Convención republicana y decantarse el joven oficial por las facciones afrancesadas. La desconfianza hacia los paolistas en la familia Bonaparte se fue trocando en furiosa animadversión. Napoleón se alzó mediante intrigas con la jefatura de la milicia y quiso ametrallar a sus adversarios en las calles de Ajaccio. Pero fracasó y tuvo que huir con los suyos, para escapar al incendio de su casa y a una muerte casi segura a manos de sus enfurecidos compatriotas.
Napoleón Bonaparte como primer Cónsul

Napoleón mostraba una amenazadora propensión a ser la espada que ejecuta, el gobierno que administra y la cabeza que planifica y dirige, tres personas en una misma naturaleza de inigualada eficacia. Por ello, el Directorio columbró la posibilidad de alejar esa amenaza aceptando su plan de cortar las rutas vitales del poderío británico -las del Mediterráneo y la India- con una expedición a Egipto. Así, el 19 de mayo de 1798 embarcaba rumbo a Alejandría, y dos meses después, en la batalla de las pirámides, dispersaba a la casta de guerreros mercenarios que explotaban el país en nombre de Turquía, los mamelucos, para internarse luego en el desierto sirio. Pero todas sus posibilidades de éxito se vieron colapsadas por la destrucción de la escuadra francesa en Abukir por Nelson, el émulo inglés de Napoleón en los escenarios navales.

El revés lo dejó aislado y consumiéndose de impaciencia ante las fragmentarias noticias que recibía de Europa. Allí la segunda coalición de las potencias monárquicas había recobrado las conquistas de Italia y la política interior francesa hervía de conjuras y candidatos a asaltar un Estado en el que la única fuerza estabilizadora que restaba era el ejército. Por fin se decidió a regresar a Francia en el primer barco que pudo sustraerse al bloqueo de Nelson, recaló de paso en su isla natal y nadie se atrevió a juzgarle por deserción y abandono de sus tropas, mientras subía otra vez de Córcega a París, ahora como héroe indiscutido.

Primer Cónsul
En pocas semanas organizó el golpe de estado del 18 Brumario (según la nueva nomenclatura republicana del calendario: el 9 de noviembre) con la colaboración de su hermano Luciano, el cual le ayudó a disolver la Asamblea Legislativa del Consejo de los Quinientos en la que figuraba como presidente. Era el año de 1799. El golpe barrió al Directorio, a su antiguo protector Barras, a las cámaras a los últimos clubes revolucionarios, a todos los poderes existentes e instauró el Consulado: un gobierno provisional compartido en teoría por tres titulares, pero en realidad cobertura de su dictadura absoluta, sancionada por la nueva Constitución napoleónica del año 1800.

Aprobada bajo la consigna de «la Revolución ha terminado», la nueva Constitución restablecía el sufragio universal que había recortado la oligarquía termidoriana, sucesora de Robespierre. En la práctica, calculados mecanismos institucionales cegaban los cauces efectivos de participación real a los electores, a cambio de darles la libertad de que le ratificasen en entusiásticos plebiscitos. El que validó su ascensión a primer cónsul al cesar la provisionalidad, arrojó menos de dos mil votos negativos entre varios millones de papeletas. Pero Napoleón no se contentó con alargar luego esta dignidad a una duración de diez años, sino que en 1802 la convirtió en vitalicia. Era poco todavía para el gran advenedizo que embriagaba a Francia de triunfos después de haber destruido militarmente a la segunda coalición en Marengo, y emprendía una deslumbrante reconstrucción interna.

Napoleón, Emperador
La heterogénea oposición a su gobierno fue desmantelada mediante drásticas represiones a derecha e izquierda, a raíz de fallidos atentados contra su persona; el ejemplo más amedrentador fue el secuestro y ejecución de un príncipe emparentado con los Borbones depuestos, el duque de Enghien, el 20 de marzo de 1804. El corolario de este proceso fue el ofrecimiento que le hizo el Senado al día siguiente de la corona imperial. La ceremonia de coronación se llevó a cabo el 2 de diciembre en Notre Dame, con la asistencia del papa Pío VII, aunque Napoleón se ciñó la corona a sí mismo y después la impuso a Josefina; el pontífice se limitó a pedir que celebrasen un matrimonio religioso, en un sencillo acto que se ocultó celosamente al público. Una nueva Constitución el mismo año afirmó aún más su autoridad omnímoda.


Aquí como emperador de Francia

La historia del Imperio es una recapitulación de sus victorias sobre las monarquías europeas, aliadas en repetidas coaliciones contra Francia y promovidas en último término por la diplomacia y el oro ingleses. En la batalla de Austerlitz, de 1805, abatió la tercera coalición; en la de Jena, de 1806, anonadó al poderoso reino prusiano y pudo reorganizar todo el mapa de Alemania en la Confederación del Rin, mientras que los rusos eran contenidos en Friendland, en 1807. Al reincidir Austria en la quinta coalición, volvió a destrozarla en Wagram en 1809.


Nada podía resistirse a su instrumento de choque, la Grande Armée (el 'Gran Ejército'), y a su mando operativo, que, en sus propias palabras, equivalía a otro ejército invencible. Cientos de miles de cadáveres de todos los bandos pavimentaron estas glorias guerreras. Cientos de miles de soldados supervivientes y sus bien adiestrados funcionarios, esparcieron por Europa los principios de la Revolución francesa. En todas partes los derechos feudales eran abolidos junto con los mil particularismos económicos, aduaneros y corporativos; se creaba un mercado único interior, se implantaba la igualdad jurídica y política según el modelo del Código Civil francés, al que dio nombre -el Código Napoleón, matriz de los derechos occidentales, excepción hecha de los anglosajones-; se secularizaban los bienes eclesiásticos; se establecía una administración centralizada y uniforme y la libertad de cultos y de religión, o la libertad de no tener ninguna. Con estas y otras medidas se reemplazaban las desigualdades feudales -basadas en el privilegio y el nacimiento- por las desigualdades burguesas -fundadas en el dinero y la situación en el orden productivo-.

Se corono así mismo Emperador

La obra napoleónica, que liberó fundamentalmente la fuerza de trabajo, es el sello de la victoria de la burguesía y puede resumirse en una de sus frases: «Si hubiera dispuesto de tiempo, muy pronto hubiese formado un solo pueblo, y cada uno, al viajar por todas partes, siempre se habría hallado en su patria común». Esta temprana visión unitarista de Europa, quizá la clave de la fascinación que ha ejercido su figura sobre tan diversas corrientes historiográficas y culturales, ignoraba las peculiaridades nacionales en una uniformidad supeditada por lo demás a la égida imperialista de Francia. Así, una serie de principados y reinos férreamente sujetos, mero glacis defensivo en las fronteras, fueron adjudicados a sus hermanos y generales. El excluido fue Luciano Bonaparte, a resultas de una prolongada ruptura fraternal.

A las numerosas infidelidades conyugales de Josefina durante sus campañas, por lo menos hasta los días de la ascensión al trono, apenas había correspondido Napoleón con algunas aventuras fugaces. Éstas se trocaron en una relación de corte muy distinto al encontrar en 1806 a la condesa polaca María Walewska, en una guerra contra los rusos; intermitente, pero largamente mantenido el amor con la condesa, satisfizo una de las ambiciones napoleónicas, tener un hijo, León. Esta ansia de paternidad y de rematar su obra con una legitimidad dinástica se asoció a sus cálculos políticos para empujarle a divorciarse de Josefina y solicitar a una archiduquesa austriaca, María Luisa, emparentada con uno de los linajes más antiguos del continente.

Sin otro especial relieve que su estirpe, esta princesa cumplió lo que se esperaba del enlace, al dar a luz en 1811 a Napoleón II -de corta y desvaída existencia, pues murió en 1832-, proclamado por su padre en sus dos sucesivas abdicaciones, pero que nunca llegó a reinar. Con el tiempo, María Luisa proporcionó al emperador una secreta amargura al no compartir su caída, ya que regresó al lado de sus progenitores, los Habsburgo, con su hijo, y en la corte vienesa se hizo amante de un general austriaco, Neipperg, con quien contrajo matrimonio en segundas nupcias a la muerte de Napoleón.

El ocaso
El año de su matrimonio con María Luisa, 1810, pareció señalar el cenit napoleónico. Los únicos Estados que todavía quedaban a resguardo eran Rusia y Gran Bretaña, cuya hegemonía marítima había sentado de una vez por todas Nelson en Trafalgar, arruinando los proyectos mejor concebidos del emperador. Contra esta última había ensayado el bloqueo continental, cerrando los puertos y rutas europeos a las manufacturas británicas. Era una guerra comercial perdida de antemano, donde todas las trincheras se mostraban inútiles ante el activísimo contrabando y el hecho de que la industria europea aún estuviese en mantillas respecto de la británica y fuera incapaz de surtir la demanda. Colapsada la circulación comercial, Napoleón se perfiló ante Europa como el gran estorbo económico, sobre todo cuando las mutuas represalias se extendieron a los países neutrales.

El bloqueo continental también condujo en 1808 a invadir Portugal, el satélite británico, y su llave de paso, España. Los Borbones españoles fueron desalojados del trono en beneficio de su hermano José, y la dinastía portuguesa huyó a Brasil. Ambos pueblos se levantaron en armas y comenzaron una doble guerra de Independencia que los dejaría destrozados para muchas décadas, pero fijaron y diezmaron a una parte de la Grande Armée en una agotadora lucha de guerrillas que se extendió hasta 1814, doblada en las batallas a campo abierto por un moderno ejército enviado por Gran Bretaña.

La otra parte del ejército, en la que había enrolado a contingentes de las diversas nacionalidades vencidas, fue tragada por las inmensidades rusas. En la campaña de 1812 contra el zar Alejandro I, Napoleón llegó hasta Moscú, pero en la obligada retirada perecieron casi medio millón de hombres entre el frío y el hielo del invierno ruso, el hambre y el continuo hostigamiento del enemigo. Toda Europa se levantó entonces contra el dominio napoleónico, y el sentimiento nacional de los pueblos se rebeló dando soporte al desquite de las monarquías; hasta en Francia, fatigada de la interminable tensión bélica y de una creciente opresión, la burguesía resolvió desembarazarse de su amo.

La batalla resolutoria de esta nueva coalición, la sexta, se libró en Leipzig en 1813, la «batalla de las Naciones», una de las grandes y raras derrotas de Napoleón. Fue el prólogo de la invasión de Francia, la entrada de los aliados en París y la abdicación del emperador en Fontainebleau, en abril de 1814, forzada por sus mismos generales. Las potencias vencedoras le concedieron la soberanía plena sobre la minúscula isla italiana de Elba y restablecieron en su lugar a los Borbones, arrojados por la Revolución, en la figura de Luis XVIII.
Su estancia en Elba, suavizada por los cuidados familiares de su madre y la visita de María Walewska, fue comparable a la de un león enjaulado. Tenía cuarenta y cinco años y todavía se sentía capaz de hacer frente a Europa. Los errores de los Borbones, que a pesar del largo exilio no se resignaban a pactar con la burguesía, y el descontento del pueblo le dieron ocasión para actuar. Desembarcó en Francia con sólo un millar de hombres y, sin disparar un solo tiro, en un nuevo baño triunfal de multitudes, volvió a hacerse con el poder en París.

Pero fue completamente derrotado en junio de 1815 por los vigilantes Estados europeos -que no habían depuesto las armas, atentos a una posible revigorización francesa- en Waterloo y puesto nuevamente en la disyuntiva de abdicar. Así concluyó su segundo período imperial, que por su corta duración se ha llamado de los Cien Días (de marzo a junio de 1815). Se entregó a los ingleses, que le deportaron a un perdido islote africano, Santa Elena, donde sucumbió lentamente a las iniquidades de un tétrico carcelero, Hudson Lowe. Antes de morir, el 5 de mayo de 1821, escribió unas memorias, el Memorial de Santa Elena, en las que se describió a sí mismo tal como deseaba que le viese la posteridad. Ésta aún no se ha puesto de acuerdo sobre su personalidad mezcla singular del bronco espadón cuartelero, el estadista, el visionario, el aventurero y el héroe de la antigüedad obsesionado por la gloria.

CRONOLOGIA DE UN GENIO MILITAR
1769    Nace en Ajaccio (Córcega).
1784    Cadete en la Escuela Militar de Brienne.
1785    Termina sus estudios en la Escuela Militar de París.
1789    Participa en la insurrección de Córcega.
1793    Obtiene el ascenso a general de brigada, por sus méritos de guerra.
1795    Salva a la Convención Nacional (el gobierno revolucionario republicano francés) de una insurrección parisina.
1796    Nombrado general en jefe del ejército de Italia, obtiene numerosas victorias. Se casa con Josefina de Beauharnais.
1798-99          Campañas de Italia y Egipto.
1799    Fracasa en la conquista de Siria y regresa a Francia. Toma el poder en Francia mediante un golpe de estado. Es nombrado Primer Cónsul, con lo que pasaba a ser el principal gobernante de Francia, con poderes dictatoriales.
1800   Vence a Austria en la batalla de Marengo y consolida sus conquistas en el norte de Italia. Nueva Constitución.
1802    Es nombrado en Cónsul Vitalicio.
1804    Coronado emperador de los franceses en Notre Dame.
1805    Derrota a Austria y a Rusia en la batalla de Austerlitz.
1806    Establece la Confederación del Rin y pasa a controlar Polonia. Crea el Sistema Continental, destinado a bloquear y arruinar el comercio inglés.
1807    Invade Portugal.
1808    Nombra rey de España a su hermano, José I. Guerra de Independencia de España y Portugal, que se prolongará seis años.
1809    Se anexiona Roma y los Estados Pontificios. Anulación de su matrimonio con Josefina.
1810    Matrimonio con la archiduquesa María Luisa de Austria, hija del emperador Francisco I.
1812    Desastrosa campaña en Rusia.
1814    Abdica como emperador y se exilia en la isla de Elba.
1815    Escapa de Elba, regresa a Francia y toma el poder. Las coaliciones europeas consiguen vencerle en Waterloo. Es deportado a la isla africana de Santa Elena.
1821    Muere en la isla de Santa Elena.

LAS BATALLAS DE NAPOLEON BONAPARTE
Las batallas libradas desde 1799 hasta 1815 entre Francia y varias naciones europeas son ya históricamente conocidas como las Guerras Napoleónicas. Estos enfrentamientos militares fueron una continuación de las guerras mantenidas por Francia en Europa durante la Revolución Francesa (1789-1799). En ellas brilló el talento estratega de Napoleón Bonaparte. Durante los años que había pasado en guarniciones de provincias (Valence y Auxonne), había aprovechado su tiempo para ampliar su preparación militar (profundizó en sus estudios de matemáticas, artillería y táctica militar); entró entonces, además, en conocimiento de los pensadores políticos clásicos (en especial Maquiavelo y Montesquieu) y descubrió su pasión por la historia (le deslumbraron las biografías de Alejandro, de Julio César y en especial la de Federico II).
Campaña de Egipto

La Primera Coalición
Durante la guerra de la Primera Coalición (1793-1797), Francia luchó contra la alianza formada por Austria, Prusia, Gran Bretaña, España, las Provincias Unidas (actuales Países Bajos) y el reino de Cerdeña. El gobierno francés -el Directorio- confió a Napoleón la dirección de las operaciones militares contra las tropas austriacas en el norte de Italia en 1796. En menos de un año, Napoleón había vencido a las fuerzas de Austria, superiores en número. En 1798, se le asignó el mando de una expedición que tenía como objetivo conquistar Egipto para cortar la ruta británica a la India. La invasión fracasó tras la batalla del Nilo y Napoleón regresó a Francia. Aunque ambas campañas se produjeron durante el régimen del Consulado, antes de la asunción del poder por Bonaparte, suelen ser consideradas como la primera fase de las Guerras Napoleónicas. Fue en ellas donde el líder francés desplegó por primera vez a gran escala su talento como jefe militar.

La segunda coalición
La victoria de Napoleón en la campaña contra los austriacos en el norte de Italia puso fin a la Primera Coalición. No obstante, durante su estancia en Egipto se formó la Segunda Coalición (24 de diciembre de 1798) integrada por Rusia, Gran Bretaña, Austria, el reino de Nápoles, Portugal y el Imperio otomano. Las batallas principales de la guerra de la Segunda Coalición, que se inició a finales de 1798, tuvieron lugar en el norte de Italia y en Suiza al año siguiente. Los austriacos y los rusos, dirigidos por el general Alexandr Suvórov, vencieron a los franceses en el norte de Italia en las batallas de Magnano (5 de abril de 1799), Cassano (27 de abril), el Trebbia (17-19 de junio) y Novi (el 15 de agosto). La Coalición también tomó Milán; abolió la República Cisalpina, que se había constituido bajo los auspicios del gobierno francés en 1797; ocupó Turín y privó a Francia de sus anteriores conquistas en Italia.

El resultado de la lucha en Suiza fue más favorable para los franceses. Tras ser derrotados en Zurich (7 de junio) por Carlos de Habsburgo, archiduque de Austria, las fuerzas francesas dirigidas por el general André Masséna vencieron a las tropas rusas del general Alexander Korsakov el 26 de septiembre. Suvórov y sus fuerzas abandonaron el norte de Italia atravesando los Alpes para unirse a Korsakov en Suiza, donde sus tropas se habían dispersado tras ser vencidas. El ejército de Suvórov hubo de refugiarse en las montañas del cantón de los Grisones, donde quedó diezmado a causa del frío y el hambre. Los rusos se retiraron de la Segunda Coalición el 22 de octubre alegando como motivo la falta de cooperación de los austriacos.

Retirada del Gran Corso de Rusia

Cuando Napoleón regresó a Francia procedente de Egipto en octubre de 1799, pasó a ser el líder del Consulado y ofreció la paz a los aliados. La Coalición rechazó esta propuesta y Napoleón planeó una serie de ataques contra Austria para la primavera de 1800. Bonaparte se adentró en Italia cruzando los Alpes con un nuevo ejército formado por 40.000 hombres y venció a los austriacos en la batalla de Marengo el 14 de junio. Mientras tanto, las tropas francesas del general Jean Victor Moreau habían penetrado en el sur de Alemania atravesando el Rin y tomando Munich. Moreau también había derrotado a las fuerzas austriacas del archiduque de Austria Juan de Habsburgo en la batalla de Hohenlinden, que tuvo lugar en Baviera el 3 de diciembre, y se había aproximado a la ciudad de Linz (Austria).

Las victorias francesas obligaron a firmar a Austria el Tratado de Lunéville el 9 de febrero de 1801, por el que Austria y sus aliados alemanes cedían la orilla izquierda del río Rin a Francia y reconocían a las repúblicas Bátava, Helvética, Cisalpina y Ligur, además de realizar otras concesiones. Asimismo, este tratado marcó la disolución de la Segunda Coalición. El único aliado que continuó la lucha contra Francia fue Gran Bretaña. Las tropas británicas se habían enfrentado sin éxito contra las francesas en territorio holandés en 1799, pero habían conquistado algunas posesiones francesas de Asia y otros lugares. Gran Bretaña firmó el 27 de marzo de 1802 la Paz de Amiens con Francia.

No obstante, esta paz resultó ser una mera suspensión de las hostilidades. En 1803 se produjo una disputa entre ambos países a propósito de la cláusula del acuerdo que establecía la restitución de la isla de Malta a la orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén. Gran Bretaña se negó a entregar la isla, por lo que estalló una nueva guerra contra los franceses. Una importante consecuencia de este conflicto fue que Napoleón abandonó su proyecto de establecer un gran imperio colonial francés en Norteamérica, al verse obligado a concentrar sus recursos en Europa. Así pues, vendió Luisiana a Estados Unidos. En 1805, Austria, Rusia y Suecia se unieron al conflicto en apoyo del bando británico, y España se alió con Francia; este fue el inicio de la guerra de la Tercera Coalición.

La Tercera Coalición

Napoleón se apresuró a tomar medidas contra la nueva alianza. Había ejercido una gran presión sobre Gran Bretaña desde 1798 al mantener a un ejército concentrado en Boulogne -a orillas del canal de la Mancha-, que hacía pensar a los británicos que se preparaba una invasión de Inglaterra. Bonaparte aumentó considerablemente el número de fuerzas destacadas en Boulogne cuando comenzaron las disensiones que hicieron estallar la guerra en 1803. Tras la formación de la Tercera Coalición contra Francia, sus tropas abandonaron Boulogne para enfrentarse a los austriacos, que habían invadido Baviera con un ejército dirigido por Fernando III, el gran duque de la Toscana, y el general Karl Mack von Leiberich. Varios estados alemanes, entre los que se contaban Baviera, Württemberg y Baden, se aliaron con Francia. Napoleón derrotó a las fuerzas de Austria en Ulm, capturó a 23.000 prisioneros y, a continuación, marchó con sus tropas a lo largo del Danubio y conquistó Viena.
Los ejércitos rusos, liderados por el general Mijaíl Kutúzov y Alejandro I, emperador de Rusia, respaldaron a los austriacos, pero Bonaparte venció a las fuerzas austro-rusas en la batalla de Austerlitz, también denominada de los Tres Emperadores. Austria se rindió nuevamente y firmó el Tratado de Presburgo el 26 de diciembre de 1805. Una de las cláusulas del acuerdo estipulaba que Austria debía entregar a Francia la zona del norte de Italia y a Baviera parte del propio territorio austriaco; asimismo, Austria reconoció a los ducados de Württemberg y Baden como reinos.

La Confederación del Rin
Dado que las tropas del general Masséna habían derrotado al ejército austriaco mandado por Carlos de Habsburgo en Italia, Napoleón aprovechó esta situación para nombrar a su hermano, José I, rey de Nápoles en 1806; asimismo, nombró a otro de sus hermanos, Luis I Bonaparte, rey de Holanda (la antigua República Bátava); el 12 de julio estableció la Confederación del Rin, constituida finalmente por todos los estados alemanes a excepción de Austria, Prusia, Brunswick y Hesse.
La formación de esta entidad política puso fin al Sacro Imperio Romano Germánico y casi toda Alemania quedó bajo el control de Bonaparte. No obstante, los éxitos en el continente quedaron contrarrestados en gran medida por la derrota que el almirante británico Horatio Nelson infligió a la fuerza conjunta de la flota francesa y española frente a las costas del cabo de Trafalgar el 21 de octubre de 1805. Napoleón implantó en 1806 el denominado Sistema Continental por el que los puertos de toda Europa quedaban cerrados al comercio británico. La superioridad naval de los británicos dificultó la aplicación del Sistema Continental e hizo fracasar la política económica europea de Bonaparte.

La Cuarta Coalición
Prusia, ante el incremento de poder de Francia en Alemania, se unió a la Cuarta Coalición compuesta por Gran Bretaña, Rusia y Suecia en 1806. Bonaparte aplastó a las tropas prusianas en la batalla de Jena el 14 de octubre de ese mismo año y tomó Berlín. A continuación, derrotó a los rusos en la batalla de Friedland y obligó a firmar la paz a Alejandro I.

De acuerdo con las principales condiciones del Tratado de Tilsit, Rusia tuvo que entregar sus posesiones polacas y aliarse con Francia, mientras que Prusia perdió casi la mitad de su territorio, tuvo que hacer frente a cuantiosas indemnizaciones y se le impusieron severas restricciones al tamaño de su ejército permanente. Rusia y Dinamarca emprendieron una acción militar contra Suecia que obligó a su monarca, Gustavo IV Adolfo, a abdicar en favor de su tío, Carlos XIII, a condición de que éste nombrara como su heredero al general Jean Baptiste Jules Bernadotte, uno de los mariscales de Napoleón. Bernadotte fue coronado en 1818 con el nombre de Carlos XIV Jean-Baptiste Bernadotte y fue el fundador de la dinastía actual sueca.

El Nacionalismo antinapoleónico
En 1808, Napoleón dominaba toda Europa, a excepción de Rusia y Gran Bretaña. Las principales razones del posterior declive fueron el surgimiento del espíritu nacionalista en varias de las naciones europeas derrotadas y la persistente oposición de Gran Bretaña, que, a salvo ya de una invasión gracias a la superioridad de su armada, no cesó de organizar y financiar nuevas coaliciones contra Napoleón.
España fue la primera nación en la que Bonaparte tuvo que hacer frente a las insurrecciones nacionalistas que provocaron su caída. El emperador francés, después de haber destronado al rey Carlos IV de España, nombró a su hermano José Bonaparte rey de este país en 1808. Los españoles se rebelaron y expulsaron al nuevo gobernante de Madrid. Se desató la guerra de la Independencia española (1808-1814) entre los franceses, que intentaban restaurar a José I Bonaparte en el trono, y los españoles, apoyados por las fuerzas británicas mandadas por Arthur Colley Wellesley, duque de Wellington.

Los franceses fueron derrotados, y el número de bajas que sufrieron perjudicó seriamente a Napoleón cuando se vio obligado a hacer frente a sus nuevos enemigos del este y el norte de Europa. Su primera oponente era Austria, que se unió a Gran Bretaña para formar la Quinta Coalición en 1809. El emperador francés derrotó a los austriacos en Wagram (julio de 1809) y les obligó a firmar el Tratado de Viena, por el cual Austria perdió Salzburgo, parte de Galitzia y grandes áreas de sus territorios del sur de Europa. Asimismo, se divorció de su primera mujer y contrajo matrimonio con la hija de Francisco II de Austria, con la vana esperanza de que este país no participara en nuevas coaliciones contra él.

La derrota de Napoleón
En 1812, Francia y Rusia entraron en guerra porque Alejandro I se negaba a aplicar el Sistema Continental. Dado que gran parte de sus hombres se encontraban en España, Napoleón invadió Rusia sólo con 500.000 hombres. Derrotó a los rusos en Borodino y conquistó Moscú el 14 de septiembre de 1812. Los rusos invadieron la ciudad, impidiendo así a las tropas francesas establecer allí cuarteles de invierno. Abandonaron Rusia y se adentraron en Alemania, pero la mayoría de los hombres murieron a lo largo del camino a causa del frío, el hambre y los ataques de la guerrilla rusa.

El Imperio Ruso se unió entonces a la Quinta Coalición, de la que también formaban parte Prusia, Gran Bretaña y Suecia. Prusia, en un estallido de fervor nacionalista provocado por las reformas políticas y económicas que se habían implantado desde la derrota de Jena, inició la guerra de Liberación contra Napoleón en 1813. Éste consiguió su última victoria importante en la batalla de Dresde, donde el ejército francés derrotó a las fuerzas conjuntas de Austria, Prusia y Rusia el 27 de agosto de 1813. Sin embargo, durante el mes de octubre, Napoleón se vio forzado a replegarse sobre el Rin tras la batalla de Leipzig, quedando liberados los estados alemanes. Los ejércitos rusos, austriacos y prusianos invadieron Francia desde el norte al año siguiente y tomaron París en marzo de 1814; Napoleón abdicó y hubo de exiliarse en la isla de Elba, situada en el mar Mediterráneo.

Los miembros de la Quinta Coalición se reunieron en el Congreso de Viena para restaurar a las monarquías que Napoleón había derrocado en Europa. Sin embargo, mientras trazaban el nuevo mapa europeo, Bonaparte consiguió escapar de Elba, se dirigió a Francia, donde se apresuró a formar un ejército; tras vencer en Ligny y fracasar en Quatre-Bras, el 18 de junio de 1815 fue definitivamente derrotado en la batalla de Waterloo, que puso fin a las Guerras Napoleónicas.
Una postal del Gran Corso

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AUTOR: JORGE LUIS CASTRO VILLACORTA